▲rbol.


No odio tu carne, por ser noble,
ni las noches enteras que no duermo,
no pienso, no oigo, me pierdo en la corrupta, angustia,
en los recuerdos de aquellos,
aquellos que siempre fueron:
¡Arriba las muertes serenas!
Hemos comenzado a desaparecer,
y nunca nos hemos mirado en el agua,
en los ríos que no saben que son ríos,
en los montes que se parecen a tu pecho,
a tus melancolías que se fragmentan; ya me abandonas,
y yo, pobre dibujo a tintas rojas y negras,
me despinto en forma de sombras,
de rostros de mujeres que son el aire,
que son el cielo y su imperio blanco que se va volviendo nada,

y así, dentro del vacío,
encontrarme contigo,
y no verte,
y no sentirte,
fue un sueño,
fueron miles...

No mires al norte, viejo Atlante,
Acaricia la luna, cuando puedas,
y ve, mira el horizonte;
el mundo se acaba todos los días,
y es eterno para los enamorados
que están lejos...


 
 
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