Purpura.

Te vale madres, ¿no? Esto, esto que siento, esto que no se sabe nombrar a si mismo pero sabe decorar de manera uniforme mi pared desnuda, mi rostro que deformas, mis piernas de elefante moribundo. Bonita tu ropa, sombra. Bonitos tus labios silenciosos que susurran poesía erótica mientras yo simulo un viaje, simulo ser otros. Por mi puedes irte, por mi puedes morirte; nunca me ha gustado beber tanto, nunca, ni de día ni en lluvias. Si me escuchas, es tarde. Si no, no importa, a nadie le importa, ¿sabes?, Esto, tú y yo, aquí, desnudos, rotos, fracturados como una podrida estructura medieval, como cristo. Nada que venga de la sombra infortunada de tus pastas… mírame como miras a tus hijos, a tus perras, a tus gatas, a la comida que jamás probaras porque e pudre en la matriz de la mentira y se transfigura, se fragmenta en tu mente. Limonada de locura, mi frágil juventud se ve estilizada por tus huesos firmes, por tu constancia con los reflejos y el tiempo que se esfuma. Vuelve. Vuelve como viento y méceme en las olas de la perdida oscuridad. Devuélveme los pies, no estés tan seguro de ti, no eres nada. Soy feliz porque te tengo amarrada a mis partes, a mis entrañas de águila, a mis simuladores. Te tengo en mí y nada temo. Vamos nena, no llores, mira mejor mis labios, mira mi verga destrozando tus cactus, tus desiertos, tu pobre cuerpo que se vuelve viento. Respírame. Sofócate. Recuerda que no te conozco y tú tampoco me conoces; somos un par de gotas en este fluvial paraje de metales y humos. Somos también ciudades, somos gente, somos ruido y carne fétida. Eres mi presa, mi pequeño filete, MIA. No bebas tan rápido. No comas tan deprisa. Disfruta tus momentos de cordura, disfruta del maltrato, de mis ansias por romper tu cráneo y comer tus sesos. Disfruta mi melancolía y los restos de silencio que aun guardo entre mis huesos mártires… Bastarda… humana. Mirame que me suicido porque soy homosexual y eso está jodido. Eso me coloca en un rincón oscuro y me detiene, me devora hasta el aburrimiento eterno, particular, acentuado en la edad y la carencia de placer genital. Me viola el mundo, me viola el sueño, me pesa. Mátame, perra, mátame con tus labios rojos y tu olor pimienta. Estoy cansado de abrir los ojos por la noche y pensar en esto, en la muerte pintada en mi cuerpo miserable que no exige nada.



 
 
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