El vacío como inspiración.


Se repite constantemente en su cabeza una canción de tango, retumba, juega, come, se va y le deja una atmosfera fría pero divertida. Él disfruta de mirar sus pies desnudos frente al espejo; los observa con detalle, levanta uno por uno los dedos. Despúes, enciende un cigarrillo, busca un disco y lo pone a sonar: una ópera. Entonces recuerda el sabor del cafe en su boca. Enciende un segundo cigarrillo y se mira al espejo. Sujeta con los labios el cigarrillo, se acomoda el cabello, se mira fijamente a los ojos, los pies que se mueven automaticamente al ritmo de los instrumentos de viento. Tira la ceniza. Cierra los ojos y se imagina a si mismo como una ola. Abre sus ojos y sonríe.
 
 
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